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Un diamante en París. Sergio Ramos ha sido recibido con aureola de megaestrella en la capital francesa. Pochettino ha logrado transmitir que, para ganar la Champions, además de una gran colección de cromos en ataque hacen falta jugadores que den seguridad, equilibrio, versatilidad y experiencia a su equipo. Así se explican los fichajes de Wijnaldum, Achraf, Donnarumma, Sergio Ramos y el también probable de Pogba, a expensas de lo que acabe pasando con Mbappé, que igual se ve seducido por la competitividad de una plantilla tremenda.

En clave madridista. El club blanco logró que calase su relato de que Sergio Ramos fue el que decidió no aceptar la oferta a la baja, en años y en dinero, que le ofrecía el club de su vida y que invitó a planificar sin él. Si hubiese mirado a la historia, siempre un ejercicio necesario cuando hablamos de Florentino, se habría dado cuenta de que la mejor manera de marcar territorio es sacrificar al capitán como mensaje a navegantes de que en el club hay un mando único y líneas rojas que no se pueden pisar sin atenerse a las consecuencias. La diferencia de Ramos con Hierro, Raúl y Casillas es que el camero no se ha ido a un club de otra escala en Qatar, Alemania o Portugal, sino a un directo rival por la Champions.

Sangre en el ojo. No se trata de profetizar lo que pasará de aquí a dos años, pero sí se puede trazar un paralelismo con Luis Suárez y su afán de demostrar en el Atlético que el Barcelona se equivocó con él. Sergio Ramos tiene dos años para seguir constatando que es uno de los cinco mejores centrales del mundo, que su físico sigue vigente o que su experiencia y trabajo pueden ayudar al PSG a dar el salto que le falta para ganar la Champions League. Todos los fueras de serie necesitan una motivación añadida y Sergio la traerá de serie. A poco que le vayan bien las cosas será bandera de su nuevo club y esperemos que referente de la Selección, a menos que las motivaciones de Luis Enrique para no convocarle tengan que ver con razones extrafutbolísticas.

Epílogo. Me asomo a mis últimas líneas en esta prestigiosa tribuna. Más de siete años en los que he podido compartir mis ideas con total libertad. Mi agradecimiento infinito a Alfredo Relaño por abrirme las puertas y por hacerme sentir parte. También a Vicente Jiménez, por darle continuidad. En As dejo amigos que saben que me tienen y me tendrán. Aunque crítico a veces, he procurado ser respetuoso siempre. Si ofendí a alguien, pido disculpas. En todas las redacciones habitan periodistas que complementan, corrigen, mejoran y explican con hechos ese pequeño milagro que es ver nacer un periódico cada día. Chusa, esto va por ti. Gracias eternas a los que leen y también a los que discrepan. Ha sido un auténtico privilegio.