Esta España crece con las dificultades
Aún degustamos ese 5-3 sobre Croacia, enriquecido por la derrota inmediata de Francia ante Suiza, lo que nos deja un cruce de cuartos menos inquietante. Contemplados uno tras otro, los dos partidos resultaron hermanos en emoción y en desarrollo. España y Francia empezaron perdiendo 0-1, ambas alcanzaron un 3-1 que parecía dar por resuelto el asunto cuando cerca de la orilla, entre cambios y confianza, el adversario alcanzó un sorprendente 3-3. La divergencia llegó en la prórroga. España ganó, Francia acabó en los penaltis, doblegando la cerviz por culpa de Mbappé. En conjunto fue una soberbia sesión doble de fútbol, como no recuerdo otra.
De esto sale España muy fortalecida. He aquí un grupo que se viene arriba en el castigo, como los toros buenos. Esto empezó mal, con la baja de Busquets, tan crucial como vemos ahora, y el miedo subsiguiente a un ‘efecto Fuenlabrada’. A eso siguió el sainete de las vacunas, luego las malas caras en Sevilla, que si el campo, que si Morata... Un equipo que sobaba el balón y no remataba, o remataba mal, y que encima era inseguro atrás. Luis Enrique dio un vuelco y recompusimos la figura ante Eslovaquia. Luego, ante Croacia, lo dicho: gol regalado, remontada, exceso de confianza final, prórroga y esa reacción que Francia no tuvo.
Percances así fortalecen un grupo. Siempre he sospechado que Luis Enrique buscaba, al modo de Clemente, unir a los suyos fabricando enemigos externos, preferiblemente la prensa. Ya no le hace falta. El grupo está unido porque ha sobrevivido a más trampas que el héroe de alguna de aquellas películas de chinos de mi infancia. Basta mirar la pantalla para descubrir que no hay titulares y suplentes, que todos son uno a la hora de confortar a quien lo ha podido pasar peor, llámese Morata o Unai Simón. No hay aspirantes al Balón de Oro en esta selección, pero sí una formidable unidad de propósito reforzada con estas adversidades.