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Es un jarrón de agua fría que nos ha caído encima. Porque teníamos equipo para ganar esta Eurocopa o, como mínimo, vivir un bonito partido de cuartos de final contra España. Hay varios elementos que analizar y que pueden explicar lo que es, sin ninguna duda, un desastre para la selección francesa. Pero, ante todo, hay un jugador que aparece como el gran perdedor de esta fase final: Kylian Mbappé. Se esperaba maravillas del diamante del fútbol francés, pero ha demostrado que todavía le faltaba mucho para ser un crack mundial.

No ha marcado ni un solo gol en cuatro partidos y ha fallado el penalti decisivo cuando él mismo le había pedido a Didier Deschamps tirar el último para llevarse la gloria. Hace ya tiempo que Mbappé ha perdido la frescura y la humildad que tanto nos gustaba hace un par de años. Es hora de bajar un poco a la tierra para el delantero del PSG. Y de reflexionar. Mbappé es buenísimo, pero en el fútbol moderno el talento ya no basta. Un chaval tan joven no puede pensar que ya ha llegado a la cima y que nada malo le puede pasar. Que todo está ganado. ¡Vaya decepción! ¡Vaya fiasco!