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Las dos caras de Nadal y Djokovic

Rafa Nadal y Novak Djokovic salieron del Masters 1.000 de Montecarlo con serias dudas sobre su rendimiento en tierra batida, después de dos eliminaciones que podrían considerarse prematuras para dos tenistas que han controlado el circuito en las últimas temporadas. A la semana siguiente, ambos jugaban los torneos de sus clubes, en Barcelona y en Belgrado, dos escenarios amigos que se mostraban idóneos para resurgir, un buen antídoto a sus problemas. Las sensaciones, sin embargo, han sido opuestas. Mientras que Nadal sale crecido del Godó después de una victoria épica en la final ante Stefanos Tsitsipas, el mejor tenista del año, en un partidazo maratoniano de 3 horas y 38 minutos; Djokovic acabó ofuscado tras su derrota en semifinales ante Aslan Karatsev, otro jugador emergente, en un choque casi igual de largo. Rafa y Novak miran al mismo objetivo, Roland Garros, y estos torneos sobre arcilla no sólo sirven para lustrar sus historiales, sino también para afinar su juego para la gran cita. Aún queda tiempo, con Madrid y Roma por el camino, pero Nadal ha tomado ventaja.

Nadal y Djokovic, junto al inactivo Roger Federer, han dominado la ATP durante los últimos cursos, pero hay que entender que ya son campeones treintañeros. Ambos salieron tocados físicamente de Australia y pasaron un notable periodo en blanco. Reencontrar el nivel siempre cuesta. Rafa hizo una final sublime el domingo, pero en la senda encadenó malos momentos ante Ilia Ivashka y Kei Nishikori. “Necesito dar un paso adelante y esta victoria me puede ayudar”, dijo tras levantar el trofeo. Nole ha terminado con el pálpito contrario y ahora duda incluso de alinearse en Madrid. Enfrente aparecen jóvenes rivales, cada vez más maduros y más irreverentes, dispuestos también a acabar con la tiranía de ambos. Tsitsipas es el ejemplo. Si sigue a ese nivel, podrá ganarlo todo. Y discutirles ese trono mundial.