Las lágrimas de Marc Márquez
La imagen del día define nueve meses de sufrimiento. Esa imagen no fue, aunque podría haberlo sido, la de Fabio Quartararo, ganador de su segunda carrera consecutiva y nuevo líder del Mundial de MotoGP. Ni tampoco la foto de la caída de Álex Rins, que rodó por los suelos cuando era el único del circuito que apretaba al francés de Yamaha. Ni la de Joan Mir, el vigente campeón, subido a su primer podio de la temporada. Ni siquiera las de Pedro Acosta y Raúl Fernández, que aseguran el futuro como vencedores en las categorías de Moto3 y Moto2, especialmente el primero, que tiene 16 años. La imagen del día fueron las lágrimas de Marc Márquez, que fue recibido en su box de Repsol Honda con una cariñosa ovación, tras terminar séptimo en su regreso a la competición. Minutos después, el ilerdense volvió a derrumbarse ante el micrófono de DZAN cuando recordó el emotivo momento. Ese llanto explica mejor que ninguna palabra el calvario que ha recorrido Márquez durante su larga y accidentada recuperación. Para Marc, acabar este domingo en Portimao ha sido una victoria.
La historia es conocida. Una precipitación en su retorno a los circuitos complicó su lesión y le obligó a cambiar de equipo médico y a pasar tres veces por el quirófano. Ya no tiene sentido mirar hacia atrás, salvo para digerir el aprendizaje. Márquez ha vuelto, eso es lo importante. Y como no es un superhéroe, pero sí un campeón, lo ha hecho de manera ejemplar, pero sin hazañas. Su pedigrí se vio en la salida, cuando remontó de la sexta a la tercera plaza. Luego reculó progresivamente, porque todavía no ha recuperado las sensaciones sobre la moto y porque su físico aún no le permite retomar su versión estelar. Todo llegará. Ya veremos si con tiempo para disputar el Mundial, aunque eso ahora parece lo de menos. Los podios llegarán con la paciencia que no se tuvo entonces y que ahora sí lleva por bandera.