Nadal cae en su tierra

Ni Rafa Nadal era una máquina infalible cuando trituró a Delbonis y Dimitrov, ni ahora es un veterano vulnerable al borde de la retirada tras haber perdido ante Rublev sobre tierra. Nadal es, simplemente, un jugador de tenis. No un jugador cualquiera, eso es verdad, porque estamos ante uno de los más grandes de la historia, el más grande si reducimos el ranking a esta superficie. Aquí, en Montecarlo, ostenta el récord con 11 títulos. Números galácticos. Pero, en cualquier caso, Nadal es un jugador de tenis. Y como cualquier otro deportista, da igual la disciplina, si haces coincidir un día malo, un partido nefasto con errores impropios en el servicio y con un revés sin mordiente, justo en la fecha en la que te enfrentas a uno de los mejores del circuito, lo normal es que pierdas. Incluso así, como Nadal es Nadal, hubo un atisbo de remontada después de darle la vuelta al segundo set. Pero no pudo consumar. No era el día para Rafa. Sí para Andrey.

No hay ninguna excusa sobre la que apoyar esta derrota, aunque sí alguna explicación que puede haber influido. Nadal llegó a Mónaco con sólo cinco partidos previos y se marcha con ocho, una escasa actividad que contrasta con los 27 disputados por Rublev, con un balance de victorias 23-4, el mejor de la temporada. Rafa está sin ritmo, es normal. Y sus rivales anteriores tampoco le ayudaron a encontrarlo. El ruso se halla en la situación contraria, está en un momento dulce de tenis y se ha convertido en un gladiador con rasgos ‘nadalescos’, pulido en España por Fernando Vicente, en plena progresión a sus 23 años, y con capacidad para decantar a su favor partidos exigentes, tanto física como mentalmente, como ya demostró el día anterior ante Roberto Bautista. No era el mejor oponente para mostrar carencias, porque Rublev sabe hurgar en esas heridas. La derrota de Nadal duele, no es habitual verle ceder en tierra, pero queda calendario para afinar antes de Roland Garros. Para empezar, la próxima semana en Barcelona. La remontada continúa.