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El firme esqueleto de Zidane

Sergio Ramos llegó al Madrid en la 2005-2006, aún en el primer periodo de Florentino. En el mercado de enero de 2007, con Calderón, llegó Marcelo, que ya cuenta poco en las alineaciones pero aún pesa en el grupo.

Benzema entra para la 09-10, en el regreso de Florentino. Varane, en la 11-12. En la 12-13 empieza Casemiro, un poco en el Castilla, otro poco en el Madrid, cesión en el Oporto y por fin asentado en 2016, titular de verdad ya con Zidane; de la 12-13 es Modric, de la 13-14, Nacho, Carvajal e Isco, de la 14-15, después de Lisboa, Kroos, de la 15-16, Lucas Vázquez, de la 16-17, Asensio. Ellos son el macizo de la plantilla.

La fuerza de este Madrid es su continuidad. No todos los equipos la tienen. Es fácil sumar las Champions que han ganado entre todos, pero más difícil sería calibrar tantos esfuerzos compartidos, tantas malas caras y reconciliaciones, tantos viajes por España o Europa, tantos cruces en la banda cuando a mí me quitan y entras tú. A partir de enero de 2016, y con una interrupción corta e infeliz, el jefe de ese grupo ha sido el mismo, Zidane, un tipo flexible y comprensivo que ha trabajado con estos jugadores y otros más fugaces, o no tan fugaces pero que ya no están, como Cristiano y Bale. Y en ese manejo se ha ganado fama de justo.

Se podría decir que esta plantilla no es tan fuerte como la de cuatro años atrás y sería decir verdad. Se han ido jugadores importantes, los que quedan cumplen años. Pero hay un intangible, que son los lazos de compenetración y solidaridad que sostienen este esquelto de plantilla. Se han batido juntos lo mismo en finales victoriosas como Cardiff, Kiev o Milán que en bochornos coperos como los del Cádiz, el Leganés o el Alcoyano. Titularísimos, titulares a secas, titulares venidos a menos, suplentes siempre en estado de revista. Faltan los 50 goles de Cristiano, todo cuesta más, la fatiga se acumula, pero cada cual confía en el de al lado.