La memoria y el deseo

La eclosión de Pedri en el FC Barcelona, a lo largo de esta temporada, ha tenido estos días una continuidad en la Selección. Su participación con los de Luis Enrique, especialmente en el partido frente a Georgia, le ha valido varios titulares en la prensa, y llama la atención que en más de uno le citaban —ya— como "Don Pedri". La anécdota es interesante por varias razones: el tratamiento le da un aire de madurez que sin duda se intuye en su juego, así como una distinción que señala su elegancia en el toque y la posición en el campo, pero sobre todo remite a un referente que sigue presente en nuestra memoria: Andrés Iniesta —Don Andrés—. Si bien es cierto que el juego de Iniesta reverbera en las cualidades de Pedri, y él mismo le ha reconocido como su ídolo, al manchego le costó varios años convencer al público de que sin duda tenía un don (y era un don).

En cualquier caso, a sus 18 años, la ascensión meteórica de Pedri es también un signo de los tiempos, donde todo tiene que suceder muy rápido. Así las cosas, los aficionados vivimos atrapados en una tierra de nadie, mezclando la memoria y el deseo, como en ese verso famoso del poeta T. S. Eliot. Y esto sirve tanto para el FC Barcelona, como para la Selección española. Me refiero sobre todo a la necesidad de encontrar nuevos ídolos que canalicen el entusiasmo. Después de una década en que el fútbol mundial fue dominado por Leo Messi y Cristiano Ronaldo —por este orden— junto a algunas estrellas demasiado fugaces, inconstantes u outsiders para subirse al podio, ahora hay prisa por llenar ese espacio que va quedando. Se tantean los nombres —que si Mbappé, que si Haaland, que si Pedri— y entretanto calmamos las dudas desde la memoria, buscando similitudes. Está claro que la mejor forma de fijar una tradición y asegurar su continuidad siempre ha sido mezclando veteranos con experiencia y noveles con talento. En esas parece estar el Barça de Koeman. Quizá con más riesgo (por la falta de partidos) también la Selección de Luis Enrique.