El sentido del fútbol del Papu Gómez y de Chukwueze
El precio de lo distinto
Nunca será un jugador cualquiera. Para bien o para mal, Samu Chukwueze (21 años) provoca una agitación futbolística y emocional tremenda. No hay nada de rutinario en su juego y sobre su figura convergen elementos cada vez más difíciles de encontrar al unísono como son el descaro, la velocidad y el desborde. Desde su partido contra el Atlético de Madrid, el fenómeno Chukwueze está más vivo que nunca. Emery reclamaba la mejor versión del nigeriano para no depender tanto por fuera de los laterales y su respuesta individual ha sido estupenda. Encara, regatea y lo intenta siempre. Es cierto que le falta algo de pulcritud en las decisiones —67% de acierto en el pase y 19 pérdidas contra el Cádiz—, pero no conviene educar su forma de jugar. No hay que encontrar sentido a su fútbol, sino que solo hay que disfrutarlo.
El contexto y el tiempo
El Papu Gómez fue feliz en el Atalanta. A sus 33 años, se exige volver a ser feliz en el Sevilla. Solo así podrá ser el Papu Gómez. Después de un inicio complicado, consecuencia lógica del proceso de adaptación, el argentino completó noventa minutos interesantísimos ante el Valladolid. Se ofreció como tan bien hace en ese espacio entre central-lateral rival y también bajó a la base para exhibir su extraordinaria visión de juego. Es este el combo idóneo para el Papu, que no necesita como tanto se dice de una posición más fija en el enganche. En su catálogo asoma siempre una voluntad de crear la duda en el adversario a nivel posicional. De si deben seguirle o no, si merece la pena correr el riesgo de dejarle jugar de frente a la portería y quedar expuestos ante sus progresiones con el balón. Desde que llegó a LaLiga, solo De Jong y Messi promedian más conducciones y metros recorridos (60 y 362 metros) que el ex del Atalanta. Tan difícil es defender al Papu como complicado es ser el Papu desde un principio en un bloque tan hecho como el Sevilla. Solo necesita tiempo.
El vuelo
Ser joven en el Valencia tampoco es sencillo. La exigencia que rodea al club de Mestalla da poco margen a la equivocación. Thierry Correia (22 años) se equivocó mucho y entró de lleno en el disparadero de la crítica. Sin embargo, este 2021 ha girado su trayectoria tras hacer un ejercicio de autocrítica sincero. Su lectura defensiva ha mejorado considerablemente. Se aproxima a Diakhaby cuando debe sin perder la perspectiva de lo que pasa en el exterior. También sabe anticipar y corregir situaciones en el balance defensivo. En Correia ya se puede confiar como demostró ante el Granada con un partido brillante en el que firmó nueve recuperaciones.
La distensión
La escenografía de enfado de Marcelino tras el empate contra el Eibar tuvo un mensaje muy claro. No le gustó la intensidad con la que actuó el Athletic, al que solo parece moverle la Copa y juega a disgusto en LaLiga. Hace un par de semanas valorábamos el cambio efectivo que había sufrido el conjunto rojiblanco en la agresividad y valentía en sus planteamientos. Ante el Eibar no hubo nada de eso. Fue el encuentro en el que menos acciones de presión —85, solo 15 en el último tercio del campo— efectuó con diferencia. Es normal el malestar público que evidenció Marcelino.