14 jornadas de gol... y una canción desesperada

Sin solución de continuidad pasan los minutos y las horas… y con el paso de los días y las semanas, una detrás de otra vamos arrancando hojas al calendario. Ya solo quedan 14 jornadas para el final del campeonato de liga. Y hoy el Pucela está tan cerca, y a la vez tan lejos de la anhelada permanencia, que da más la sensación de ‘tristrágico’ y agónico final que de esperanza venidera.

Son agoreros los números del Real Valladolid, qué decirte de los tres puntos sumados de los últimos 21 en juego, pero el problema está en que mucho menos optimistas son las sensaciones.

Tengo la impresión de que una gran mayoría de quienes seguís y queréis al Pucela estáis sufriendo una metamorfosis en vuestro estado de ánimo. Semanas atrás, cariacontecidos, perplejos y extrañados por el repaso del Huesca, días después enfadados, furiosos e indignados por la actitud del equipo en Vitoria, luego abatidos y quebrados por la incapacidad para doblegar al Éibar, y en las últimas horas descorazonados tras volver a morder el césped y probar la hiel amarga de la derrota ante un Real Madrid tan mermado como debilitado.

A mi me pasa que hoy estoy como anestesiado, no quiero decir indolente, pero sí con una sensación de apatía y desánimo difícil de explicar. Esa es la sensación que me transmite el Real Valladolid. El pulso del equipo es débil, por momentos se desvanece y necesita con urgencia una terapia de choque. Porque aún estamos a tiempo, un tiempo extra que nos están brindando los rivales y que hace que aún dependamos de nosotros…

Hoy la noche será estrellada, y tiritarán, azules y celestes, los astros, a lo lejos… pero el alma del Pucela no debiera contentarse solo con presentar batalla.

El Real Valladolid está obligado a cambiar su sino en Balaídos y debe hacerlo con autoridad. Todo lo que no sea ganar significará un paso de gigante hacia el peor estado anímico de todos, la indiferencia.