Los cortijos de Djokovic y Nadal

La final presentaba el mejor cartel: Novak Djokovic, el recordman de títulos en el Open de Australia, contra Daniil Medvedev, el jugador con mejor racha en el circuito ATP. Las ocho coronas del serbio en Melbourne, historia viva del torneo y del tenis, se enfrentaban a las 20 victorias consecutivas del ruso, aspirante a la sucesión del Big Three. Había mucha expectación por conocer si Medvedev, en un dulce momento competitivo, podría sentarse en el trono de Djokovic, que había arrastrado grandes dificultades en el camino, con un partido al borde del KO físico ante Fritz y con aprietos ante Tiafoe, Raonic y Zverev. La fortaleza del moscovita se alzaba como el mayor obstáculo para Nole, así que se esperaba, como mínimo, que el duelo fuera igualado. Pero no pasó ni una cosa, ni la otra. Djokovic tumbó a Medvedev con una lección de juego y de gestión del partido: 7-5, 6-2 y 6-2, en una hora y 52 minutos. Su triunfo demostró que una final no sólo se gana con buen tenis, también con sentido táctico y con manejo de la presión. Esos detalles que diferencian a un campeón de un buen deportista.

A Djokovic le ocurre en Australia lo mismo que a Rafa Nadal en Roland Garros, que más de un año han dado la sensación de que podrían perder la final, pero a la hora de la verdad conservan su intocable corona. Nole ha jugado nueve en Melbourne y ha ganado las nueve. Rafa eleva el registro a 13 títulos. De hecho, ambos son ya los dos jugadores con más trofeos en un mismo Grand Slam. El tercero de este escalafón es Roger Federer, con ocho en Wimbledon, pero en el caso del suizo, sí ha perdido finales en All England. Nadal y Djokovic mantienen sus cortijos con la puerta cerrada. El serbio, además, ha sumado su 18º grande, con lo que estrecha a dos victorias la diferencia con los actuales reyes, Federer y Nadal. El Big Three sigue vivo ante el empuje juvenil. Y Djokovic crece.