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Nadal en un tenis pospandemia

Este viernes en Adelaida se vieron escenas que parecían imposibles en el tenis desde hace casi un año, cuando la pandemia del coronavirus comenzó a azotar al mundo con toda su crudeza. Alrededor de 4.000 personas siguieron el partido entre Rafa Nadal y Dominic Thiem sin distancia social ni mascarillas. Así animaron a grito limpio y aplaudieron a manos llenas a los dos jugadores durante casi una hora y media en la pista central del Memorial Drive Park. Y es que Australia Sur tiene una tasa de contagios cercana al cero y prácticamente ya no se registran fallecimientos, por lo que no es obligatorio el uso de protección contra el virus, se permiten las reuniones y también la presencia de espectadores en eventos deportivos. 

Lo normal, que antes era ver disfrutar a mucha gente en este tipo de eventos, resulta anormal ahora, porque en casi todo el planeta se prohíben aún las concentraciones y la mayor parte de las competiciones se disputan a puerta cerrada o con un número reducido de aficionados en las gradas, incluido el tenis. Así fue en Roland Garros, con un límite de 1.000 personas por día, y en el US Open sencillamente no se permitió la entrada de público.

Lo que se vio en Adelaida demuestra que quizá las severas medidas tomadas por las autoridades de la nación oceánica y por Tennis Australia, con esa cuarentena de 14 días de la que tanto se han quejado muchos tenistas, eran necesarias. No hacer excepciones con nadie, ni apenas con los grandes estrellas, confinar a los que estuvieron en contacto con casos positivos y aislar a los contagiados era lo que tenía que hacer un país que ha conducido una gestión ejemplar de la crisis. Nadal, que brilló ante Thiem y parece haber llegado en gran forma, la elogió al acabar el partido, alucinado por un tenis pospandemia real que desea que vuelva en los demás continentes.