El que no vio a Pedri para el Madrid
Un talento desbordante. Un niño de 18 años, que se pone la zamarra del Barcelona, con lo que pesa en estos tiempos, en La Catedral del fútbol español y juega como si estuviese en una playa de Las Palmas sólo puede ser considerado un fuera de serie. Los controles, las pisadas, su lectura del juego, su facilidad para asociarse y su capacidad de improvisación son talento puro, exactamente aquello que debe encender todas las luces en la secretaría técnica de cualquier club grande. En el Madrid negaron a Pedri, no una sino dos veces, desoyeron la recomendación de Pepe Mel y el Barça, desacertado en tantas cosas en los últimos tiempos, ha encontrado un diamante. Hay que huir de las comparaciones con Iniesta, que mamó La Masía desde niño. De momento, resulta llamativo que haya sido capaz de devolver la sonrisa a Messi sobre el terreno de juego.
Kubo y Bordalás. Las jóvenes estrellas brotan desde las situaciones de crisis o desde la valentía de los entrenadores. Habrá que esperar que la apuesta de Bordalás por el joven nipón sea mucho más decidida que la de Emery. En este Getafe convulso cambiar a Nyom o Arambarri para meter a Kubo o Aleñá es una metamorfosis en toda la regla. Por fas o por nefas, los jóvenes que debían tirar la puerta del Madrid no acaban de hacerlo. La política de cesiones ha traído más dinero que provecho y las apuestas en la actual plantilla por Vinicius, Rodrygo, ni que hablar de Odegaard, parecen más complementarias que estratégicas. Diamantes sin brillo.
Ramos, un incendio evitable. Se paga más bien poco la continuidad de Sergio Ramos en el Real Madrid por muy fuerte que sea el ruido. Hasta Zidane se ha expuesto innecesariamente. Más allá del futbolista siempre está la familia. Si se queda, el capitán blanco habrá demostrado un nuevo acto de amor a su club ante los que le han puesto entre la espada de su incuestionable madridismo y la pared del discutible dinero que merecería en su último gran contrato como futbolista. El problema no es rebajarse un diez por ciento, sino saber que luego, cuando vuelva Bale o cuando se fiche al próximo Hazard, van a estar mejor pagados que tú por mucho que tu hoja de servicios haya resultado impecable, tu liderazgo incuestionable y tu contribución a un equipo de leyenda haya sido determinante. Florentino, que no habla en público, pero lo dicen todo por él, no habrá ganado ninguna batalla. Los símbolos nunca se deberían manchar. Ya explicará hasta dónde se va la factura del futuro estadio, presupuestado en 575 millones. Para ese gasto, al que llamarán inversión, sí parece haber un amplio margen incluso en tiempos de crisis.