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Un poco de indulgencia con Isco

La obligada rotación. Cuatro partidos lo cambiaron casi todo. Resulta que el cuestionado Zidane se agarró a un equipo base para darle una vez más la vuelta a la tortilla y volver a convertir a su Real Madrid en un equipo bonito y competitivo, capaz de dar guerra en la Liga y en la Champions. Frente al Athletic se alcanzó esa velocidad de crucero, que es el eufemismo para decir que ya se gana hasta jugando mal. Sin embargo, si Zidane quiere llegar el primero a alguna meta va a tener que rotar y hacerlo de manera inteligente. Todo lo que no se cuide ahora, se acabará pagando en marzo y abril cuando de verdad se cuecen las habichuelas por los títulos. La rotación tiene que ser paulatina, de máximo dos o tres jugadores por partido, para que la base con la que ha recuperado el éxito mantenga el tono alto y esperanzador de las últimas semanas.

Isco, de inicio. Las estadísticas son tozudas. Habrá quien piense, algún motivo ha dado para ello, que el malagueño es un jugador irrecuperable para el Madrid. Mantengo la teoría de que ese talento, en un hábitat adecuado, puede seguir marcando diferencias como pocos. Isco tiene mal banquillo, vamos que su rendimiento se resiente cuando no se siente importante. No es un jugador que cambie partidos con solo veinte minutos por delante. Al menos, su actitud sí ha mejorado. Ahora, con el equipo otra vez lanzado, igual sería el momento de intentar darle algún encuentro de titular para recuperar su duende. No hay otra fórmula de recuperar la forma y devolver la sonrisa al mejor amigo del balón que poniéndole a jugar, exigiendo por supuesto todo el compromiso que nunca puede faltar.

El “Barce-lona” de Laporta. Hay que quitarse el sombrero ante el golpe de efecto y la genialidad mercadotécnica colocando una lona de mil metros cuadrados a apenas 200 metros del Santiago Bernabéu. Un gran movimiento que fija, con elegancia, al enemigo en la capital, evita el cainismo propio de unas elecciones y eleva la necesitada autoestima del barcelonismo. Si había sorprendido el perfil bajo en las declaraciones del otrora estridente Joan, en la presentación de la lona y su aparición por Madrid se vislumbró al Laporta de siempre. Dicho esto, el próximo presidente del Barcelona debe tener la capacidad, más que de sorprender, de gestionar una cuenta de resultados ruinosa y una transición deportiva en la que desaparecerán referentes únicos como Messi, Busquets o Piqué. El reto es colosal. Una cosa es levantar el ánimo con una lona genial y otra bastante más difícil levantar el Barça del futuro.