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El maestro Juan de Dios

El miércoles murió Dios. Y el sábado, Juan de Dios. Disculpen si el argot deportivo les resulta irreverente. El miércoles falleció Diego Armando Maradona, el mejor jugador que ha pisado una cancha. Fútbol divino. Y el sábado nos dejó Juan de Dios Román, el hombre más importante del balonmano español. Román diría que no, que él es hijo, alumno y continuador de Domingo Bárcenas, pero la realidad es que, con todos los respetos al profesor, el extremeño elevó esa labor a la excelencia. Juan de Dios fue técnico, maestro y dirigente. Y en todas las facetas aportó algo. Mucho. Recuerdo que la primera vez que le entrevisté ni siquiera trabajaba todavía en el AS. Estaba preparando un reportaje sobre el deporte universitario para una revista a primeros de los 90 y me impactó enormemente que quien me recibió en el INEF de Madrid fue un grande del balonmano. Porque ya lo era entonces. Juan de Dios, en los 80, había conducido al Atlético al frente continental, a tutear a colosos como la Metaloplastika. Cecilio Alonso, Lorenzo Rico… ¿Les suena?

Luego nos acostumbramos a que los clubes españoles coleccionaran en sus vitrinas la Copa de Europa, a exportar entrenadores por el mundo, pero esta gloria no hubiera llegado sin aquel salto. Juan de Dios también fue seleccionador, y con él se abrió la puerta a los primeros éxitos internacionales: dos bronces olímpicos, dos platas europeas. Después volvió al balonmano de clubes para situar Ciudad Real en el mapa, antes de pasar a los despachos. Como presidente de la Federación llegaron las primeras medallas femeninas, pero su gran reto fue organizar un Mundial masculino en España. Y lo logró en 2013, con mucho sufrimiento para sortear la crisis y el drama del Madrid Arena. El oro fue el colofón a un sueño de toda la vida. Al sueño del balonmano español y de su maestro.