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Messi es un lujo en casa pobre

Messi empieza a colmar la paciencia de muchos de sus leales. Ya no está Bartomeu, con el que se sentía tan molesto. Tuvo la oportunidad de bajarle el dedo y no lo hizo. Se hizo por la ola de una moción de censura alentada por los socios. Esa moción era un referéndum pro-Messi y anti-Bartomeu, así lo entendió este y se quitó de en medio. Pero Messi sigue enfadado, como si aún estuviera pasando cuentas de no se sabe ya qué agravios. Dio algún breve apunte de mejoría de ánimo, pero ha vuelto a su aire cabizbajo y enfurruñado. Ya no es Bartomeu, así que será el tío de Griezmann, o Hacienda, o la casa vacía de Luis Suárez al lado.

El caso es que el Barça ha hecho 11 puntos de 24, contagiado todo el grupo del aire depresivo que contagia su dizque líder. El otrora motor de arranque glorioso de toda jugada de ataque del Barça es ahora un tipo mohíno al que el alma le pesa en los pies, que intenta poco y le sale menos. Ese Messi resignado de las goleadas sufridas en salidas europeas, una excepción reducida a unas cuantas aunque no pocas ocasiones, es ahora el de cada día. Para Koeman es inimaginable prescindir de él, dejarle en el banquillo e intentar algo con un once sin él, así que lo arrastra como el penado arrastra una bola sujeta al tobillo con una cadena y un grillete.

Cuando empezó esta crisis se habló de una posible operación con el City: dinero y algunos jugadores, particularmente Èric García, ahora más necesario que nunca. Muchos que hace un mes hubieran rechazado eso ya empiezan a acariciar la idea. Para ellos no es lo ideal, lo ideal sería que Messi recuperara las ganas, pero eso no llega. Messi es hoy un lujo asiático para una casa pobre, para un club obligado a reducir drásticamente su presupuesto mientras mantiene al que podría ser aún el mejor jugador del mundo, pero que ya es sólo primero en sueldo. Y cada vez hay más miradas atentas al City con una mezcla de aprensión y esperanza.