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Gracias por invitarme

Hoy se cumple una semana desde que Bartomeu se montó una entrevista en su cadena, Barça TV, y comenzó diciendo: "Gracias por invitarme". Una semana desde que argumentó que no pensaba dimitir por responsabilidad y que además "la crisis es deportiva, no institucional". Aseguró entonces que había decisiones que ya estaban tomadas desde hace tiempo. Al día siguiente, en la presentación de Koeman, el holandés desveló que las conversaciones para ser entrenador se habían producido ese mismo fin de semana y no antes mientras Bartomeu sonreía y saludaba con la manita a los directivos que estaban sentados en las primeras filas. Sus directivos, vaya. Es decir, que la previsión, el plan sesudo, las decisiones que ya estaban tomadas de antes eran mentira, pero él sólo contestó una pregunta porque aunque el aforo era limitado por la pandemia y había la mitad de periodistas de lo habitual, sólo se podía realizar una cuestión por medio y la mayoría fueron para Koeman. La única para él fue si seguía pensando que la crisis era deportiva y no institucional. Y soltó: "Eso ya lo expliqué ayer y hoy ha salido publicado". Y continuó sonriendo como si nada.

La capacidad de resiliencia del presidente del Barça es incuestionable, pero aferrarse al cargo sin convocar siquiera una rueda de prensa y después de un año en blanco en el que le han dimitido seis directivos, un secretario técnico, ha despedido a dos entrenadores y hasta Messi parece estar hasta el moño de él es de nota. De nota muy deficiente, para ser más concretos. No hay plan más allá del tira que te va, ahora descuelgo el póster de Koeman y lo presento a ver si funciona mientras saludo con la manita a mi gente. Y si no funciona, dos líneas y media al final de un comunicado como ha hecho con Setién y a él, total, sólo le queda hasta marzo como presidente y ya se comerá el marrón otro. Bartomeu ha cultivado con sumo cuidado su aparente imagen de inofensivo y bonachón, pero ya no debería colar por mucho que continúe sonriendo y se invite a su televisión.