Con la justicia en la mano
Esto pasó hace unos años, en la primera etapa de James Rodríguez en el Real Madrid. Un día que, como ocurría ya a menudo, el jugador colombiano hacía un entrenamiento muy malo, sin ninguna motivación. Un jugador irreprochable, puro producto de la cantera madridista, le lanzó una mirada al entrenador que decía algo así como "¿has visto a James?". Una mirada de enfado por esta falta de respeto hacia sus compañeros y de tristeza por tanto talento malgastado. Cuento esta anécdota ahora para los que desde el miércoles, cuando se publicó la lista de convocados para el partido contra el Manchester City, dicen que no entienden que ni James ni Bale hayan sido escogidos por Zinedine Zidane. Y machacan al míster por esta decisión.
Pues si estos aficionados y comentaristas no lo entienden, los demás jugadores sí que lo entienden. Cualquier persona que conozca un mínimo el fútbol de alto nivel sabe que los primeros en notar quién entrena bien y quién no, quién merece jugar y quién no, diría incluso antes que el propio cuerpo técnico, son los compañeros de equipo. "No se puede engañar a los profesionales, si doy la titularidad a alguien que no trabaja pierdo el respeto del vestuario", me confesó un día un viejo y experimentado entrenador. Si James y Bale verán esta noche el partido por la tele, desde su casa de Madrid, es por su culpa. Únicamente por su culpa.