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El corazón de Nadal

Rafa Nadal confirmó el martes su renuncia al US Open, una noticia esperada. “Sigo mi corazón para decidir que por ahora prefiero no viajar”, anunció el balear en su comunicado inicial. Un día después se extendió en explicaciones y, cuando le preguntaron si no sería mejor que el tenis cerrara ya la temporada para centrarse en 2021, repitió la misma palabra: “Mi corazón me dice eso”. Si por Rafa fuera, ya habría echado el candado al curso, ante las dificultades de garantizar la movilidad, la seguridad y la igualdad que genera la pandemia a un deporte tan global, pero también asume que existen “muchísimos otros intereses” para reflotar un calendario. Nadal no critica por ello ni a los organizadores, ni a los tenistas participantes, pero igualmente espera comprensión por su decisión.

La actitud de Nadal no es muy diferente a la de numerosos ciudadanos que nos rodean. La épica del deporte nos empuja muchas veces a vestir a sus protagonistas de superhéroes, pero no dejan de ser personas, con las mismas inquietudes y temores. Todos conocemos a gente que, después del confinamiento, ha decidido mantenerse en una zona cómoda de protección, sin fomentar excesivamente las relaciones. Rafa desprende un comportamiento similar: “Prefiero no hacer viajes largos, en Mallorca está todo bajo control”. Y alude también a su “ánimo personal”. Su posición más conservadora, en otro reflejo de la sociedad, contrasta con otras más alegres, que alcanzaron su extremo con la lluvia de abrazos de Novak Djokovic en el Adria Tour, que inundó de positivos el circuito. Nole ya ha pasado la enfermedad y está inmunizado, pero otros como Grigor Dimitrov han tenido secuelas más graves. Son las dos caras de una misma realidad. Nadal no defenderá su título en el US Open, que mostrará un cuadro raro, con excesivas bajas, y en principio se reservará para Roland Garros. Si el corazón se lo dicta.