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El VAR está destrozando el fútbol

Sin medias tintas. Paco Jémez, tras su polémica victoria frente al Numancia, elevó una reflexión genérica: "Estamos destrozando el fútbol". Por concretar, el VAR está convirtiendo este maravilloso deporte en un despropósito, en un sinsentido. Ya no existe ni lo más sagrado: la espontaneidad en el festejo de los goles; los partidos, cada tres días, tienden a durar más de 100 minutos y los futbolistas están reventados sin disimulo; los mismos jugadores abusan de los fingimientos sabiendo que la cámara lenta todo lo magnifica y, para colmo de males, la afectación psicológica de cada decisión en la sala cambia las dinámicas de los partidos. El fútbol es otro y es mucho peor.

La necesidad de rebobinar. Uno entiende el ojo de halcón como una solución efectiva y objetiva, pero el VAR, como está concebido, es un retroceso. En el fútbol, como en la vida, hay que convivir con el error. El del portero, el del delantero, el del entrenador y, por supuesto, el del árbitro. Jamás he creído en las teorías conspiranoicas, ni en equipos del Gobierno, ni en Villaratos. Aunque nos afecten, podemos comprender que cualquiera pueda tener un mal día. El VAR no minimiza el error humano, más bien sistematiza el error por la disparidad de criterios y, lejos de hacer la justicia pretendida, multiplica la sensación de injusticia. La necesidad de rebobinar y volver al punto de partida es imperiosa.

Una exigencia para LaLiga. Mucho más que preocuparse por controlar los mensajes o por intentar manejar las entrevistas, LaLiga debería, por la credibilidad de la competición, exigir la transparencia de las salas VOR. Ya que pagamos por el contenido nos encantaría conocer la verdad en directo. Ver las mismas imágenes que están analizando, escuchar las conversaciones que llevan a tomar decisiones tan diversas y entender cómo un árbitro, como Munuera Montero, en el colmo del despropósito, puede tomar la decisión de expulsar a Ansu Fati en el derbi, viendo una única imagen estática. Alucinante.

La mejor promoción. En la próxima comparecencia del jefe de los árbitros, Velasco Carballo, nos contará los altos porcentajes de acierto, cuando la realidad es que, desde sus salas, se están tomando decisiones incomprensibles, sin ningún criterio homogéneo, con un efecto devastador en algunos casos. Mucho más que una invitación a la sospecha. La mejor promoción, por mucho envoltorio que se quiera poner, siempre es el producto. LaLiga está permitiendo que se desprestigie lo más sagrado, el fútbol. A la larga, eso se paga más caro que los "Pactos" de Viana.