Klopp, aquel entrenador de niños
La Champions y la Premier. Puede costar creer que, a día de hoy, para un club sea más importante conquistar el campeonato doméstico que el europeo, pero el título liguero del Liverpool, treinta años después, supone el abrazo más anhelado con su historia. Por tejer un paralelismo en forma de romper un muro sería como La Séptima del Madrid. Klopp lo avisó en su primera rueda de Prensa como técnico red: "Yo estoy aquí para convertir a los incrédulos en creyentes". Desde su eclosión en el Mainz, el técnico alemán hizo volar al Borussia Dortmund y ha escrito las páginas más hermosas del Liverpool moderno, dibujando un hilo invisible con la mística del peculiar club inglés. Imposible no acordarse de Michael Robinson.
Un gran carisma. A Klopp se le puede valorar por su versatilidad futbolística, por la alegría con la que juegan sus equipos, capaz de contragolpear como aviones o de tocar como violinistas, pero su mayor virtud está en su indiscutible carisma. Su expansiva personalidad le permite no parecer obsesivo con el fútbol, valorar lo que es importante de la vida, como demostró con sus ejemplares declaraciones durante la pandemia, o su capacidad para desdramatizar o para virar el foco a lo que realmente tiene importancia para la sociedad y para la vida.
Saber elegir. Una de las mayores virtudes para cualquier profesional es saber discernir los lugares donde sentirse realizado. El Dortmund y el Liverpool, salvando sus distancias históricas, representan una manera de sentir, sus aficiones son reconocidas mundialmente, los fondos de sus respectivos templos son seguramente los dos más representativos del panorama mundial. Saber impregnarse y proyectar esos sentimientos de la manera que lo hace el germano es otro de sus grandes sellos como entrenador. Ahora le llaman empatía.
LaLiga necesita un Klopp. El fútbol español, más pronto que tarde, deberá hacer virar el peso de los futbolistas hacia los entrenadores. El campeonato español necesita agarrarse a nuevos héroes. A falta de Cristiano, con lo que dure Messi, que ojalá sea mucho, se necesitarán referentes, en el césped y en los banquillos, hombres que aporten verdad, jerarquía, competitividad y que enriquezcan el espectáculo en toda su extensión. Ojalá aquel entrenador de niños entienda que España es el destino soñado para hacernos más grandes.