El fiasco del Madrid cambia los planes

Se consumó la sorpresa: el Real Madrid, ganador de cuatro de los últimos cinco títulos, no jugará el domingo las semifinales de la Liga Endesa por primera vez en 12 años. No sucumbió en su partido final ante el Zaragoza, al que ya llegó eliminado, sino en sus dos derrotas precedentes, tan inesperadas como justas, ante el San Pablo Burgos y el MoraBanc Andorra, en este último caso con un buen zarandeo. El fiasco obliga a un análisis interno. Ni el Madrid era tan sublime cuando enlazó 12 victorias consecutivas antes del parón de marzo y cuando se coronó en la Supercopa y en la Copa del Rey, ni es tan paquete ahora cuando se ha quedado fuera de los cuatro mejores de la ACB. Es el mismo equipo. Pablo Laso sigue siendo un técnico brillante, que ha conducido la nave a una altura sin comparación en la casa. Y los jugadores que forman su plantilla han dominado España y Europa. ¿Qué ocurre entonces? Quizá los años, que no pasan en balde. O quizá las carencias en el perímetro. O quizá la enorme dependencia de ciertos jugadores, llámense Campazzo o Tavares. Quizá…

El atípico modelo elegido para resolver el título tras el confinamiento no debe servir de excusa, ni tampoco la preparación física previa, porque ambos casos han sido iguales para todos. Cierto es que esta fase final no refleja con fidelidad el desarrollo de una liga y siempre llevará un asterisco en el palmarés, que será menor si el próximo día 30 se impone el Barça, que ya era líder antes de llegar a la burbuja de Valencia. Pero el Madrid está acostumbrado a jugar torneos donde una derrota te manda directamente a casa, y aquí tuvo incluso una segunda vida después de perder ante el Burgos que no supo aprovechar. Los de Laso no han caído por un mal partido, sino por una mala primera fase. Es diferente. Y eso empuja al cuerpo técnico y al club a una reflexión que, seguramente, traerá consecuencias.