Reincidente en dopaje y corrupción
La halterofilia es uno de los deportes fundadores de los Juegos Olímpicos de la era moderna, un clásico que se encuentra en la base de la preparación física del resto de disciplinas. Su participación en los Juegos cada cuatro años, ahora interrumpidos por la pandemia, da sentido a esta actividad, que en España ha ganado presencia mediática gracias a la figura de Lydia Valentín, triple podio olímpico. Lydia se colgó dos de esas tres medallas, un oro y una plata, después de los reanálisis de muestras fraudulentas. La detección de un tramposo y la reasignación de su éxito a un competidor limpio debe considerarse una buena noticia, aunque en este caso vinieron acompañadas de una alargada sombra que colocó a este deporte con un pie fuera de los Juegos. La halterofilia salvó el tipo con estrictas medidas de depuración, que incluyeron la suspensión temporal de nueve países contaminados por el dopaje. El COI, observador del proceso desde 2017, aceptó la disciplina en Tokio y la situó provisionalmente en París 2024. Una condición olímpica que vuelve a estar en el alambre.
El informe presentado el jueves por Richard McLaren, el mismo investigador que destripó el escándalo de Rusia, vuelve a proyectar un futuro incierto para la halterofilia. El dossier demuestra que el anterior presidente de la Federación Internacional, Tamás Aján, lideró actos de “corrupción al más alto nivel”, como compra de votos, cuentas ocultas, desvíos de hasta 10,4 millones, encubrimiento de 40 casos de dopaje… Otra vez el dopaje. Aján, de 81 años, ha estado media vida como dirigente en la IWF. Así que difícilmente iba a limpiar su casa. Entre 2000 y 2010 también fue miembro del COI, ahora preocupado por sus tejemanejes. Aján ya está fuera de la IWF, donde le ha sustituido Ursula Papandrea, la misma que encargó la investigación. Hay que barrer la basura para sobrevivir. Esta vez, de verdad.