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Baloncesto en el alambre

El baloncesto camina a trompicones hacia las fechas límite que se impuso para decidir el futuro de sus dos principales competiciones continentales. Por un lado está la Euroliga, que se marcó el 24 de mayo como tope. No ofrece buena pinta. Por otro, la Liga Endesa, que se dio un poco más de margen, el día 31. No lo tiene tan complicado, aunque también proyecta sombras.

La dificultad extra del máximo torneo de Europa radica en su carácter internacional, en el movimiento de fronteras, en la coordinación de los protocolos y las legislaciones de diez países diferentes. Uno de ellos es Rusia, que este lunes anunció más de 290.500 contagios, lo que la afianza como segunda en el escalafón de infectados, por detrás de Estados Unidos. El 50,2% de esos casos pertenecen a Moscú, la ciudad de dos equipos participantes, el Khimki y el CSKA. Este último sufrió el sábado el terrible fallecimiento a los 44 años de su médico, Roman Abzhelilov, a causa del coronavirus. No parece el mejor escenario para retomar el juego en julio, aunque ya conocemos lo cambiante que resulta esta crisis sanitaria.

La ACB emana menos pesimismo, porque en su caso sólo debe coordinar una legislación, siempre que la desescalada que hoy dibuja tres Españas no se enrede más. A favor también sopla el fútbol. Si LaLiga avanza, como parece, hacia la reapertura a mediados de junio, el basket puede favorecerse de ese rebufo.El efecto mariposa alcanza incluso a la recién recuperada Bundesliga, hacia la que se han girado los ojos balompédicos del continente.

El lunes también nos deparó una presunta encuesta en la que dos tercios de los jugadores de la Liga ACB no querrían volver a competir este curso. La ABP salió rauda a matizar el dato. Por contraste, las estrellas de la NBA se han conjurado para salvar su torneo, siempre que el mapa sanitario lo permita. Allí todos saben que viven de la misma industria.