La grandeza de Edurne Pasaban
Edurne Pasaban vive este domingo un cumpleaños especial. La pandemia no le permitió celebrarlo como se había imaginado, “con una buena comida y una buena fiesta”, pero como alternativa reunió telemáticamente a varias personas que le acompañaron en su andadura para convertirse en la primera mujer del mundo que coronaba los 14 ochomiles. Juanito Oiarzabal, Sebastián Álvaro, Ferrán Latorre, Alex Txikon… Con alguno tuvo serios desencuentros, pero las fricciones están olvidadas, especialmente su divorcio con el mítico Juanito, que ha sido para ella como “un padre”. La pasión por la montaña une. Y ellos hicieron juntos aquel camino. Hace diez años que Edurne pisó la cumbre que completaba el reto, el Shisha Pangma, en una carrera con Gerlinde Kalterbrunner y Nives Meroi, que se emborronó cuando apareció en la puja la coreana Oh Eun Sun, apoyada por su gobierno, con grandes medios y dudosos métodos, y con unas mentiras que acabaron destapadas. El deporte es competición, pero el montañismo tiene unos ingredientes de pureza que se olvidaron en la contienda.
Edurne entró en la historia del deporte mundial aquel 17 de mayo de 2010, aunque no estoy seguro de que su gesta se haya valorado lo suficiente. Una parte de la familia de la montaña, los suyos, se abrazó a unos códigos intrínsecos de su deporte donde no cabe la competición. La sociedad española, aficionados, periodistas y autoridades, también los suyos, sí distinguió la proeza, pero el reconocimiento se diluyó entre tantísimos fenómenos que elevaron el deporte a una Edad de Oro: Nadal, Gasol, Casillas, Alonso, Iniesta… Aquel fue el año del Mundial de Fútbol y del Grand Slam de Rafa. Una época maravillosa que inundó de ídolos los hogares españoles. Pasaban también figura entre esos grandes nombres. Mientras disfruta de su 15º ochomil, su hijo, es un buen momento para recordarlo.