Árbitros y comentaristas
Las reposiciones de partidos del pasado (algunos de ellos tan bien comentados por nuestro compañero Axel Torres) nos están enseñando muchas más cosas que cualquier campeonato presente. Y es que cualquier partido pasado NO fue mejor. Por ejemplo, la evolución del arbitraje es un reflejo de la mejoría de nuestra sociedad. Por otra parte, el ínfimo nivel verbal de los comentaristas de fútbol también es una muestra del descenso en nuestros modales y capacidad de análisis.
Por ejemplo, cuando vemos jugar a Maradona, el placer de sus pases queda mutilado por el dolor que produce ver cómo se le aniquilaba a patadas bajo la aquiescencia de los árbitros. Como en la vida real, se premiaba al duro y al agresivo. Los árbitros eran un reflejo de la sociedad en la que vivían: "duros con el bien, sumisos ante el mal". En los patios de colegio de los años ochenta, los matones hacían lo que querían con los débiles. Los profesores, muchas veces, no se metían en esos asuntos porque la sociedad consideraba que era cosa de niños y que "aprender a defenderse" (ese eufemismo) era parte del proceso formativo. Varios suicidios hicieron que la sociedad tomara conciencia. Sin muerte somos incapaces de localizar un problema.
De la misma forma, el árbitro era un supuesto juez imparcial, pero siempre terminaba favoreciendo al matón y a los equipos grandes. Pero, con el tiempo, el fútbol se convirtió en un producto televisivo y, en la pantalla, no quedan bien ciertas agresiones. La violencia nos gusta desde lejos. Además, los grandes jugadores que justificaban las fuertes inversiones de las televisiones comenzaron a tener precios astronómicos. Los clubes no iban a permitir que se les lesionaran sus principales fuentes de ingresos.
El mundo de la educación desarrolló protocolos muy estrictos contra el bullying, mientras que los políticos y los medios de comunicación recogieron esa agresividad. El mal desapareció de los campos y también de las gradas, pero entraron en las cabinas de los comentaristas.