Lo bueno es que se llama Di Stéfano
Es una simple posibilidad, todavía en estudio, pero del tamaño de un Tyrannosaurus Rex. Jugar en el Bernabéu ha sido en el Madrid, desde que se inauguró el 14 de diciembre de 1947, una liturgia sagrada. Para aficionados y jugadores. En esos 73 años sólo ha habido seis excepciones, como bien les relata Agustín Martín. Pero ojo, si hay que llevar a cabo esta pequeña/gran infidelidad al santuario, que sea en un estadio llamado Alfredo Di Stéfano. Todavía recuerdo el día de su inauguración, con la presencia de Blatter y el descubrimiento de la maravillosa obra del maestro Pedro Montes, que escenifica con 400 kilos de bronce el famoso salto de La Saeta para celebrar el gol que le metió al Vasas de Budapest en la Copa de Europa. Cada vez que juegue el Madrid como local se escuchará el nombre de la gran leyenda blanca...
Por ese lado vamos bien. Pero por el lado deportivo tengo mis dudas. Todavía nos estamos jugando LaLiga y al quedar seis partidos en casa es necesario sumar los 18 puntos. Y creo que este campo, aunque sea con las gradas vacías, no tiene el poder de intimidación escénica que de por sí siempre tendrá el Bernabéu. Los hombres de Zizou sólo se entrenan en el Di Stéfano una vez al año, por lo que pueden sentirse tan extraños como los visitantes. Lo deportivo es lo primero. Espero que esto no nos cueste el título...