Carreras sin público

Llevo más de cuatro décadas acudiendo a circuitos para ver carreras de coches y de motos, primero como aficionado y después como periodista. Arranco con este dato para evitar caer en lo evidente, no necesito que nadie me explique lo que aporta el público en directo al ambiente de una competición, en cualquier deporte. Aclarado lo obvio, el dilema que se plantea en la crisis global que nos azota es urgente: ¿preferimos eventos sin espectadores en las gradas o que directamente no se disputen? Es muy probable que durante demasiados meses las aglomeraciones de personas resulten imposibles, así que habría que empezar a plantearse la viabilidad de otros formatos. Considero que roza lo disparatado aspirar en 2020 a una relativa normalidad en este sentido.

Evito cuestiones organizativas, logísticas o económicas, son harina de otro costal y demasiado complejas para abordar en unas pocas líneas. Lo que sé es que, personalmente, elijo disfrutar de grandes premios, o cualquier otro certamen, por televisión con los circuitos vacíos antes que verme privado de ellos. También es evidente que las carreras a puerta cerrada supondrían un enorme perjuicio para los organizadores, pero entiendo que con medidas acertadas y el apoyo de los promotores será siempre menor que su suspensión. Una temporada de parón total del deporte me parece la peor de las opciones, por eso insisto en que habría que diseñar alternativas de compromiso. Hoy sabemos mucho mejor que hace unas semanas lo que nos aguarda y, por desgracia, toca ya ser muy realistas.