El fútbol es el faro del deporte
Ergin Ataman, el técnico líder de la Euroliga a las riendas del Anadolu Efes, tiene el pálpito de que el máximo torneo continental de baloncesto seguirá “los pasos de lo que haga la UEFA con el fútbol”. No es la primera vez que escucho esta misma reflexión en los últimos días respecto a las miras del basket, aunque en esta ocasión separada por los 3.540 kilómetros que distancian a Madrid de Estambul. El fútbol es el deporte rey en Europa y en la mayor parte del Mundo, así que su ejemplo siempre sirve de referente para el resto de disciplinas deportivas, principalmente para las de equipo, muchas veces coincidentes bajo el mismo escudo. Hay diferencias, claro. La canasta gravita sobre unas estructuras más sensibles, poco o nada rentables, que sobreviven en muchas ocasiones gracias a la aportación de una institución pública, de un generoso mecenas o de los propios clubes de fútbol. Por eso fue el primer deporte que planteó los ERTE en su seno. Luego vinieron todos los demás, incluido el fútbol. Sin competición no hay ingresos para nadie, no importa el dinero que manejes.
El amago del fútbol de volver a los entrenamientos en España también se yergue como espejo. Si el argumento es que como labor no esencial puede retomar la actividad, los demás deportes que tampoco han cerrado su competición pueden reivindicar el mismo derecho. Y no sólo los equipos. Un ciclista necesita rodar antes del Tour, que sigue inmóvil en el calendario. Si el argumento fuera más económico, salvar el negocio y los puestos de trabajo, entonces también se podrían pensar fórmulas para los restaurantes y las tiendas que mantienen el candado. El confinamiento es para todos. Y el fútbol siempre ha sido un faro. Como dice otro eminente técnico, Ettore Messina, “ahora hay cosas mucho más importantes que el baloncesto”. También que el fútbol. Y que cualquier deporte. Aunque duela.