Demasiadas flores en la primavera olímpica
Toshiro Muto, director ejecutivo de Tokio 2020, ha pedido “rapidez” al COI para decidir las nuevas fechas de los Juegos. “Hay muchos aspectos que no pueden avanzar sin conocerlas”, dice el organizador, que ahora se enfrenta al reto de solucionar en un año muchas cosas que necesitaron siete. Las fechas son el rompecabezas actual del Comité Olímpico, que debe poner de acuerdo a 33 federaciones internacionales con sus respectivos calendarios para abrir un hueco convincente. La lógica apuntaba al verano, donde había que mover los Mundiales de atletismo y natación, y luego quizá los de gimnasia, precisamente los tres deportes clásicos que ocupan la cúspide de la aristocracia olímpica. Todos ellos se han mostrado abiertos al traslado. No son tiempos de enmarañarse en riñas.
Sin embargo, el pope del olimpismo, Thomas Bach, ha revelado que no descarta otras épocas del año. Por ahí se ha deslizado la primavera, y algunas fuentes señalan a finales de marzo o en abril. El COI aprovecharía así el aplazamiento de los Juegos para resolver otros problemas que le habían generado sus fechas originales del 24 de julio al 9 de agosto: el terrible calor que alcanza los 36º, con un 80% de humedad, que obligó a trasladar la maratón y la marcha a Sapporo, en una polémica decisión que despersonalizaba los Juegos. La primavera asegura temperaturas más amables, no hay duda, aunque ya lo podrían haber pensado también hace siete años. Un desplazamiento hacia esa estación toparía con unas trabas de calendario de deportes profesionales que dependen poco o nada de las federaciones internacionales: están las Clásicas y el Giro en ciclismo, los Masters 1.000 y Roland Garros en tenis, el Masters de Augusta en golf, el arranque de la Diamond League en atletismo… Y, por supuesto, las ligas y las copas, incluida la NBA, y los torneos continentales de clubes. Un buen galimatías.