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El Mundial de motociclismo arranca este domingo en Qatar sin su categoría reina de MotoGP. Mutilado. Gran parte del deporte lo está. La crisis del coronavirus avanza causando estragos en los calendarios internacionales. No es sólo un grave problema de salud global, también económico. El deporte no es ajeno al golpe. Las consecuencias definitivas aún se desconocen. Cada día se suma una nueva cancelación o un nuevo aplazamiento. Este sábado fue el cambio de fechas de la Maratón de Barcelona. El día anterior: la Tirreno-Adriático, la Milán-San Remo, el Mundial de Media Maratón, el ePrix de Roma o el partido de fútbol del PSG. Los eventos se posponen sin tregua. Ya veremos cuándo se pueden recuperar, si es que se puede. El torniquete aún no es capaz de contener la hemorragia de un deporte que se desangra gota a gota.

La crisis también zarandea las rutinas de los aficionados. Este domingo deberían estar hablando sobre el asalto de Marc Márquez a la séptima corona de Valentino Rossi, de la adaptación de su hermano Álex a MotoGP, de las alternativas de Quartararo, Viñales, Dovizioso, Rins... Y, sin embargo, especulamos sobre la fecha de estreno de la categoría reina, que ni siquiera está claro si podrá arrancar en el GP de las Américas en abril, después de haberse anulado Qatar y movido Tailandia. En el ciclismo pasa algo parecido, con sus propios entresijos. El apasionante mes de marzo, que agenda las primeras grandes carreras, se ha quedado reducido, a la espera de lo que pase con la Volta, a la celebración castrada de la París-Niza, que ha superado la sombra de la anulación y comienza este domingo sin siete de los principales equipos del pelotón: Ineos, Jumbo, Movistar, Astana, Mitchelton, UAE y CCC. Por si fuera poco, sus renuncias han abierto un conflicto entre equipos y organizadores, con la UCI como árbitro sin saber muy bien hacia qué lado mirar. El deporte, como la vida, necesita recuperar la normalidad.