Los arbitrajes cobardicas
De cuando en cuando, el muy bienintencionado Velasco Carballo hace una aparición optimista para alabar el funcionamiento del VAR y encomiar la calidad de nuestros árbitros. Cada poco vienen realidades que le dejan en evidencia. El domingo, sin ir más lejos. Los dos grandes partidos del día, el de Pamplona y el de Sevilla, nos dejaron sendas muestras de arbitraje cobardica, agravado por la incomparecencia del VAR. Hace tiempo que Iturralde advierte de que los árbitros se dejan ir, evitando problemas, recostándose en el VAR, pero el socorro no siempre llega. Y cuando eso pasa la frustración del aficionado es mayor.
En El Sadar, Gil Manzano se tragó una entrada tremenda de Sergio Ramos a Rubén García. Supongamos que le pilló estornudando, por decir algo. Pero, ¿y Cordero Vega, el del VAR? Ponseti se preguntó si estaría viendo el Seis Naciones. Yo pensé que uno de los beneficios del VAR sería acabar con esas entradas desaprensivas, pero no es así. En el descanso lo vería, porque les mandan las imágenes, lo que me parece un error. Y se notó. Algo le rebulló en el interior y compensó en el penalti a Modric y en la entrada de Nacho Vidal a Valverde. Para coronar la tarde, se dejó chotear por Bale cuando le pidió evacuar por el camino más corto.
Ése al que piruleó Bale está considerado como el mejor árbitro por el Comité. El del Betis-Barça, Sánchez Martínez, también élite, arbitró con una reverencia al Barça, especialmente visible con las tarjetas, que soliviantó al público local. El culmen fue la no segunda tarjeta a Sergi Roberto en una entrada de lo más estrepitosa. Debió echar a Lenglet en el penalti, según norma reciente. Ni ahí ni el empujón de Lenglet a Bartra en el 2-2 le socorrió Del Cerro Grande desde el VAR. A cambio, ya con el 2-3, mandó al limbo un penalti claro de Bartra a Messi, por agarrón reiterado. En los dos partidos lo peor con mucho fue el arbitraje.