Las federaciones andan inquietas

Las federaciones andan inquietas. Especialmente las olímpicas. Faltan menos de seis meses para los Juegos y la palabra Tokio no ha aparecido apenas en los discursos de los nuevos gestores. Se sigue hablando genéricamente de inclusión, de igualdad, de deporte universitario, frentes muy dignos para volcar esfuerzos. Y de forma más concreta de los problemas particulares del fútbol, de la guerra Tebas-Rubiales o del adelanto electoral de la RFEF, cuando precisamente es el deporte con menos urgencias económicas. Sus colegas continúan adelantando dinero, pidiendo créditos, haciendo malabares para participar en eventos internacionales. Ha habido tiempo suficiente para un café con Luis Rubiales, mientras que el grueso olímpico no ha recibido ni una llamada, ni un guiño. Y eso les duele. Así lo expresan varios presidentes en privado, aunque evitan hacerlo en público por temor a quedar señalados ante los recién aterrizados José Manuel Rodríguez Uribes e Irene Lozano. Los nuevos responsables del deporte piden tiempo, lógico, pero las federaciones sienten que cada vez tienen menos.

La intranquilidad es añeja. ADESP difundió en junio de 2018 un duro comunicado bajo el título ‘Indignación en el deporte español’, ante la falta de un interlocutor en el CSD. El Gobierno contraatacó entonces con la filtración de un nombre: María José Rienda. Y con una reprimenda por la impaciencia. No habrá otra nota como aquella. El enfado sólo circula de corrillo en corrillo. El periplo de Rienda estuvo condicionado por la inestabilidad política, pero se las apañó para sacar 25 millones extra para reforzar la preparación de los Juegos. Un balón de oxígeno que amortigua el descontento. Su salida ha descolocado a las federaciones. Primero, porque no han entendido el momento del relevo en pleno año olímpico. Y, segundo, porque esperan un gesto… Con el aliento de Tokio 2020 en el cogote.