¿Solidaridad?
Hace unos días vivimos un momento histórico. Por primera vez, un partido se suspendió por cánticos desde la grada. Pero, ¿por qué ese en concreto y no otro? ¿Por qué no el Español-Barcelona con los consabidos insultos contra Piqué y su familia o los que jugó con la Selección bajo pitadas constantes?
Para responder a esa pregunta, lo primero que hay que tener en cuenta son los mecanismos legales. La única figura con autoridad para suspender un partido es el árbitro. Sólo él. Los árbitros dependen de la Federación (por simplificar mucho, los de Rubiales y la Copa en Qatar). Y el único órgano competente que puede sancionar por insultos o gritos es la Comisión Estatal contra la Violencia, la Xenofobia y la Intolerancia en el deporte. ¿Y LaLiga? No puede multar, pero sí presentar denuncias a la Comisión y al Comité de Competición de la RFEF para que estas juzguen.
Una vez aclarados los formalismos técnicos, veamos por qué se suspendió el Rayo-Albacete y no otros partidos. Durante el partido de Vallecas fueron los propios jugadores del Albacete quienes expresaron al árbitro que no querían seguir jugando. A ellos se sumaron también los jugadores del Rayo. Mostraron una enorme solidaridad con Zozulia. Es una reacción que no habíamos visto ante otro tipo de cantos desde la grada. Esa empatía, sin embargo, nunca la ha tenido un jugador que recibe insultos de carácter racista, homófobo o machista. Parece que cuando están destinados al otro, al diferente o al raro, éste debe sufrirlos sin ayuda de nadie. Cantos como "simio", "tu mujer es de todos" o "maricón de m…" no despiertan la misma oleada de simpatía que "nazi". De hecho, ante provocaciones de ese tipo, los compañeros y el árbitro suelen pedir al jugador afectado que haga oídos sordos y permanezca en el campo. ¿Por qué?
Quizá la Comisión debería incorporar un experto en semiótica (la ciencia que estudia los signos) para deliberar cuándo un grito desde la grada es amenaza, insulto, ofensa o, en el caso del ucraniano, mera descripción.