De Hillsborough a Arabia Saudí

Cuenta el periodista francés Mickaël Correia en su detallado libro Una historia popular del fútbol (editorial Hoja de Lata) cómo los tabloides británicos culparon a los hinchas de la tragedia del estadio de Hillsborough en la que murieron aplastados 95 fans del Liverpool en 1989. En plena campaña criminalizadora de las aficiones, el periódico The Sun aseguró que la policía había visto a los aficionados orinar sobre los cadáveres. Todo falso. La investigación determinó que las precarias instalaciones y las malas decisiones de la policía provocaron la avalancha mortal. Pero el daño ya estaba hecho y el objetivo de fondo, cumplido. El propietario de ese diario sensacionalista, el magnate Rupert Murdoch, fue uno de los impulsores tres años después de la Premier League, el ejemplo de negocio futbolístico al que todos miran. En apenas un lustro, los abonos de liga en Inglaterra subieron un 1.108%. Hooligans fuera, y clases populares, también. El fútbol que conocemos hoy empezó entonces.

Luis Rubiales, ayer, en el acto de la final de la Supercopa.

Estos días debatimos con la venta de la Supercopa a Arabia Saudí. Para la estabilidad política y los derechos humanos en la zona peor es vender armas, así que despejo ese balón envenenado que lanza la Federación. Prefiero debatir sobre si está bien que las aficiones se tengan que resignar a ver a sus equipos en televisión para ser competitivos en el fútbol global. Pienso en los aficionados del Athletic Club que vivieron el último título (vale, titulillo) en directo en San Mamés en 2015, me los imagino en las circunstancias de esta edición y lo veo claro: Rubiales le ha robado el fútbol a la gente. Pero también escucho atentamente a los que dicen que prefieren una Supercopa en Arabia y que Hazard juegue en el Real Madrid en lugar de en el PSG y tengo dudas. Parece que para competir contra el petróleo hay que asumir la venta de parte del show, pero se empieza vendiendo la Supercopa y los mismos argumentos soportan prostituir los Clásicos y echar de la élite a los pequeños.