NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Rencores desmedidos

Actualizado a

El juego de las medias verdades. Tres versiones dispares que, entremezcladas, muestran numerosas contradicciones. Las “ambiciones desmedidas” de Robert Moreno tuvieron una respuesta no menos desmedida de Luis Enrique. El último culebrón del fútbol patrio podría haber quedado en un simple episodio desagradable, pero Rubiales dirige la Federación con una cerilla y un bidón de gasolina.

Robert Moreno. Su puesta en escena hubiese tenido mayor credibilidad de haber aceptado preguntas. Si no podía responderlas, por temas jurídicos, o no quería, por estar mal asesorado, también debió haberlo explicado. Ha perdido en lo profesional el tren de la Eurocopa como primer entrenador y, en lo personal, una amistad de muchos años. Acusado de trepa y de desleal, se vio obligado a dar la cara para defender su honor. Pagó cara su bisoñez, por fiarse de Rubiales, tras el excelente trabajo realizado.

Luis Enrique. Vaya por delante que festejamos su regreso y sus ganas de volver a respirar fútbol. Su primera aparición, tras la durísima desgracia familiar, resultó volcánica, aunque también dejó alguna reflexión imperdible como la del tabú ante la muerte. Sorprendió su crudeza. Hablar de pérdida de confianza en Robert hubiese denotado sensibilidad y generosidad con el mismo resultado, su salida del staff técnico. Su rencor es, al menos, del mismo tamaño que la ambición de Robert Moreno. Uno espera de sus amigos lealtad, por supuesto, pero también voluntad para empatizar y para perdonar.

Luis Rubiales. Se supone que los presidentes son los que tienen la capacidad de elevarse y de medir los tiempos. Prendió la mecha con sus declaraciones en la zona mixta ante Malta y convirtió el éxito de que España se clasificase como cabeza de serie en su segunda noche de cuchillos largos. Compareció a pecho descubierto para lavar su imagen, pero hasta el propio Luis Enrique mostró las costuras de su discurso. Hablaron varias veces, no sólo una, y en Zaragoza le ofreció él volver a ser seleccionador. Para rematar, asistió impertérrito al linchamiento de Robert Moreno, como si no hubiese sido un técnico ejemplar, en sus resultados y en sus formas. Ya tiene al seleccionador que quería y se ha dejado de hablar de Arabia Saudí. Le importa un comino si el fútbol español se va dejando a jirones parte de su reputación.