El hombre de la fe intacta

Banfield, Defensa y Justicia, Huracán, Independiente, San Lorenzo, Atlético Tucumán, Arsenal, Racing, Vélez, Lanús, Argentinos Júniors, Boca, River... Perdónenme si me equivoco, pero creo que todos esos equipos de fútbol militan en la Primera División argentina, y todos son de Buenos Aires. De más lejos o de más cerca, del centro o de la periferia, pero de Buenos Aires. Imaginemos una Primera española con trece equipos de Madrid, por ejemplo. Con esa pasión desatada se vive el fútbol en la Argentina y, especialmente, en Buenos Aires. Aterricé hace unos días en la capital argentina dispuesto a empezar la gira soñada por todo músico, la unión del culé Serrat y del colchonero Sabina. Vaya dos pájaros.

Recuerdo la primera vez que pisé Buenos Aires, hace ya más de 30 años. Nada más instalarme en el hotel salí a la calle y subí a un taxi. Di la dirección al taxista y estuvimos en absoluto silencio los primeros diez minutos. De repente, el taxista, sin venir a cuento, me preguntó que quién era el mejor jugador de fútbol del mundo. Así, por las buenas. Yo, entre extrañado y temeroso, le contesté que Maradona. Se volvió a hacer el silencio otro minuto entre los dos, y pasado ese tiempo me dijo: "Si me llega a decir otro, le bajo del taxi". Así me bautizó Buenos Aires. Con ese recibimiento. Difícil no amar a este país. El país de Maradona o Messi, de Charly o Fito, de Cristina o Macri, de Boca o River, eso es Argentina. En otro viaje que hice a ese país tan querido, un buen amigo instructor de vuelo y piloto me invitó a dar una vuelta por el cielo de Buenos Aires en su avioneta, y, de paso, enseñarme las canchas de fútbol de los equipos de la ciudad, vistas desde el amable y a veces terrible cielo de Buenos Aires. "Cancha de Vélez", me decía señalando hacia algún lugar. Y continuaba "Cancha de Ferro, ahí tocaste una vez con Joaquín, Panchito. Cancha de Boca, ahí tocaste seis veces con Sabina y con Sabina y Serrat. Cancha de River, ahí no tocarás jamás, Panchito, si quieres que sigamos siendo amigos".

Simeone, con un balón en el Sevilla-Atleti ante Felipe.

Los argentinos son el pueblo de la fe intacta. Pase lo que pase, se levantan y siguen adelante con la fe intacta. Son como yo con el Atleti. Son como el Atleti de Simeone. Vi en un centro comercial el empate del Atleti ante el Sevilla y al terminar el partido me levanté de la mesa sabiendo que el próximo partido lo vamos a ganar. El hombre de la fe intacta.