El balón de invierno no se ve
La jornada, que ya venía triste por la ausencia del Madrid y del Barça, que provocó una sensación de irrealidad, ha tenido otro contratiempo para la afición: el balón de invierno no sirve. Aparte de parecer feo a casi todo el mundo (hay bastante acuerdo en este asunto) se ve mal en el campo y se ve mal en televisión. El rojo con trazos azules, y algún detalle amarillo, crea una sensación oscura y produce un extraño camuflaje con el verde del campo. Parece sucio. Una mala imagen para LaLiga que, me consta, se ha dado cuenta del fallo. “Estamos en ello”, me dicen, y espero que no estén mucho tiempo, sino que lo resuelvan cuanto antes, porque no funciona.
La idea del balón oscuro es válida para los partidos nevados, que en España son escasísimos. De ahí salió la idea de un balón para el verano y otro para el invierno, algo sólo conveniente para que la marca venda más. Lo malo es que ya hace tantos años que el fútbol derivó en esta variación permanente de camisetas y balones que todas las combinaciones razonables, y hasta muchas de las que no lo son, han sido agotadas. Ya hace tiempo que un colega inglés, Andrew Shields, dejó escrito que “las modernas camisetas de fútbol parecen obra de un chimpancé drogado”. No diré tanto, pero el número de adefesios que aparecen es creciente.
“Estamos en ello”, ya he dicho que me dicen, pero no sé cómo de fácil va a ser. Puma habrá hecho una tirada descomunal de este balón y retirarlo sin más no tiene por qué hacerle gracia. Obviamente, LaLiga ha tenido que dar su aprobación al modelo, porque no iba a comprarlo sin haberlo visto, y a eso se puede agarrar Puma. Hará falta buena voluntad y comprensión por ambas partes para repartir las pérdidas que produjere la retirada, pero la peor solución es dejarlo ahí. Un balón difícil de seguir es lo más molesto que puede ofrecer el fútbol. Guardémoslo para cuando nieve, si es que nieva, que no están los tiempos para eso.