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El perfeccionismo de Ter Stegen

Acabó el partido del Barça en Praga con victoria culé por 1-2 y Ter Stegen intervino en la tele con severidad alemana. Digamos que tenía para estar contento: su equipo había ganado y lo había hecho sobre todo gracias a él, lo que sería un segundo motivo de satisfacción. Pero, lejos de eso, expresó en un perfecto castellano un enfado notable. Hay que hablar cosas, dijo, e insistió en ello. No dijo cuáles, pese a la porfía del periodista, porque eso hubiera sido ir demasiado lejos en lo de echar tres cuartos al pregonero, pero sí dejó claro que no ve que con ese tipo de funcionamiento el Barça pueda alcanzar sus logros propuestos. Fue llamativo.

¿Por qué lo hizo? Sin duda es un perfeccionista, al que no le basta ni con jugar él bien y que su equipo gane. Quiere que todo funcione mejor. Pero estas cosas, que son muy de agradecer desde el punto de vista del periodismo, no suelen ser gratas en los vestuarios. El fútbol prefiere hablar las cosas dentro, y dentro pedía él que se hablaran, sí, pero lo pedía fuera, a vista de toda la afición. Eso convirtió una buena noticia para el grupo, la valiosa victoria en Praga, en una mala: el salvador del partido se descolgaba de pronto anunciando que iba a exigir explicaciones y responsabilidades a sus compañeros. Una incomodidad inesperada.

Más allá de expresar aquí mi cuota parte de agradecimiento a Ter Stegen, que dio buen material a los de mi oficio y me facilita esta columna, no creo que le haya hecho un bien a su club. El fútbol es difícil, vive entre agitaciones, los futbolistas se sienten hostigados por críticas exteriores a veces hasta la paranoia, y que sea uno de los suyos quien lanza un debate así es lo último que esperan. Imponente portero, más ahora que ha afinado su excelente juego con el pie rehuyendo riesgos en que antes incurría, aquí creo que ha hecho más de reportero empotrado que de miembro responsable de la plantilla. De momento, ayer no hubo reunión.