El VAR está en horas muy bajas

La presidenta del Leganés, llevada de su justa indignación por lo que le ocurrió ante el Levante, pidió que se repitiera el partido desde el minuto de esa jugada, en el convencimiento de que se estaba jugando sin VAR, como se comentó. Aparte de que según la Federación sí estaba funcionando el VAR, y a ver quién demuestra lo contrario, ni aunque no hubiese funcionado habría lugar a su petición. Se puede jugar sin VAR, la regla lo dice. Sólo es una aportación para ayudar al árbitro, algo así como su comunicación por pinganillos con los asistentes. Si funciona, mejor. Pero aun si no, hay un árbitro y es soberano.

La confusión viene de que vemos al VAR como al Yahvé de los libros de Historia Sagrada, un triángulo equilátero con un ojo en el centro que todo lo ve. No se tiene al árbitro por autoridad final, sino como un diácono de ese Ente Supremo que no se limita a avisar, como se nos dijo, de algún error estrepitoso, sino que confirma o descarta fueras de juego por el canto de un duro. Una voz del Más Allá que está en todo. Y llamamos árbitro de abajo al del campo y árbitro de arriba al del VAR, que no está entre nubes, sino en Las Rozas. Así que cuando éste ratifica un penalti fuera del área, ¿a qué nos agarramos?

Ocurre encima que Rubiales cambió el sistema utilizado el año pasado, el de Mediapro, por otro, el de FIFA, que resulta que funciona peor. En el contexto de la misma guerra, la realización ya no nos muestra la sala VOR, como sí el año pasado, porque está en ella el escudo de la Federación pero no el de LaLiga. Al no ver la imagen, el aficionado piensa muy mal, y más si las desgracias siguen pasándoles siempre a los mismos, léase Leganés, que ya lleva dos penaltis fuera del área. Y a todo eso, el quita y pon de reglas, que lía a los árbitros. El VAR empieza su segunda temporada peor que acabó la primera.