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Banderas colombianas en el Arco del Triunfo

Banderas colombianas en el Galibier, titulé el otro día, cuando entre ellas al viento Quintana ganó la etapa y Bernal, burla burlando, saltó al segundo puesto de la general. Desde ese momento era favorito, porque quedaban dos etapas de alta montaña en las que ya se sabía que Alaphilippe no podría resistir. Y tampoco le iba a atacar su propio equipo. Así que Egan Bernal, al que casi apetece más llamarle El Gran Bernal, se proclamó ayer ganador del Tour, primer colombiano que lo consigue. Un escalador en todo lo alto, como hace sesenta años, cuando Federico Martín Bahamontes ganó el primer Tour para España.

Recordando aquella alegría es fácil imaginar la que hoy vive Colombia, exaltada por el triunfo de este muchacho sencillo, el más joven ganador del Tour desde la guerra. Es una buena noticia que gane un colombiano y les diré por qué. Hace algún tiempo irrumpieron con fuerza en el ciclismo europeo, aupados por su naturaleza, que les da la ventaja de criarse en altura. En eso se descubrió la EPO, que suplantó aquella naturaleza privilegiada por unas ampollas que podía tomar cualquiera, y ellos pasaron a un segundo y tercer plano. Ahora han vuelto, y eso es señal de que el ciclismo es más sano. Una guerra que se va ganando.

Se abre un amplio horizonte ante él. Sospecho que de todos los participantes de este Tour era el único que de verdad tiene por delante la posibilidad de hacer una carrera legendaria. Anquetil ganó su primer Tour con 23 años y se le consideró un joven prodigio, luego confirmado. Bernal lo ha ganado con 22, y desde un equipo que apostaba por otro, a cuyo servicio se empleó en buena parte de la carrera. París le aplaudió ayer de lo lindo, aunque su éxito haya llegado a costa de Alaphilippe, el paisano que este año les hizo soñar. El Tour lleva 34 años sin ganador francés, pero Francia lo envuelve y lo protege con mimo. Eso es algo de verdad admirable.