Nadal devolvió el bolazo

Rafa Nadal afrontaba este jueves un cruce envenenado ante Nick Kyrgios, que ocupa una plaza en el escalafón de la ATP que no encaja con su sobrada calidad, simplemente por su reiterado gamberrismo. Eso colocaba al australiano en segunda ronda ante un doble ganador en Wimbledon, ante el número dos del mundo, con quien sostenía un balance igualado (3-3) y algunos antecedentes polémicos. El cruce envenenado era también el cruce del morbo. Nadal sabía que para superar a su revoltoso oponente no sólo debía ofrecer lo mejor de sí mismo, sino también mantener la cabeza fría ante las provocaciones y los desaires. Nick no defraudó a las expectativas de malote y exhibió un amplio repertorio de groserías, a la par que desprendió mucho tenis, porque Dios le da pan a quien no tiene dientes.

Kyrgios protestó insistentemente al juez, se dejó ganar un punto de saque, hizo un ace de cuchara y, sobre todo, lanzó un bolazo indecente al cuerpo de su rival. Para alimentar su imagen de matón, el australiano no pidió disculpas por ello: ni durante el lance, ni después ante los medios de comunicación. A Nadal le molestó mucho la acción, pero no alteró la seriedad de su juego. Sabía que la clave del desenlace estaba en no picar en los anzuelos de Kyrgios, especialista en moverse en el caos. Eso sí, cuando Rafa ganó el partido, lo celebró como un título mayor, con gestos eufóricos hacia su gente y con su popular grito de guerra: “Vamos, vamos”. Entre salto y salto cumplió el protocolo en la red con un gélido saludo a Kyrgios, casi sin mirarle. Su victoria y su indiferencia fueron la mejor forma de devolverle el bolazo.