Kyrgios, alma de 'playground'
El talento, las musas, aterrizan a veces en cuerpos equivocados. Otorgan superpoderes a gente que ni los quiere ni los merece. Es el caso de Nick Kyrgios. El australiano tiene alma de jugador de baloncesto, de gallito de 'playground'. Hubiera preferido jugar en la NBA a vestir de blanco en el All England, la catedral que todo tenista desea pisar y que él deshonra con desgana y poca educación. Se hubiera sentido más cómodo entre los 'bad boys' de esos Pistons que marcaron época o trasmutándose en Kevin Garnett, el rey del 'trash talking'. A los 14 años, sus padres le obligaron a decidirse por el tenis, donde podría estar de sobra entre los diez primeros del mundo, y le alejaron de la canasta, pero su cabeza debe seguir por alguna cancha. Perdida.
Kyrgios mostró ante Nadal saques que parecían salidos del puño de Mike Tyson (un segundo a 230 km/h), voleas dignas de John McEnroe y restos galácticos. Sellos de genio. Pero se enredó en protestas con el juez, lanzó al campeón de 18 grandes bolas al cuerpo y hasta se dejó ganar un punto enfadado. Demasiados demonios en su mente para derrotar a un coloso que le respondió con indiferencia ante las provocaciones. El más eficaz de los desdenes. Nadal ha llegado a Wimbledon a ganar el torneo. Y nada le despista. Su motor es la pasión y el amor por el juego. Lo que no tiene Kyrgios. Ojalá algún día se diera cuenta de que las cualidades con las que nació le darían para ganar un Grand Slam. Que el anillo de la NBA no está ya a su alcance, pero sí un trofeo de Wimbledon. Qué pena...