Se van del Mundial con la cara muy alta
Nuestras chicas se van del Mundial, pero dieron la talla. Lo que se temía que fuera un resultado lacerante ante el equipo de los EE UU, que viene a ser algo así como el buque insignia del fútbol femenino mundial, se quedó en un 2-1, los dos de las americanas de penalti. Y el segundo, un poco así, así. Lo pitó la árbitra, fue avisada por el VAR, donde no estaban convencidos, lo revisó y tras algunas dudas lo ratificó. No hay queja por ello, pero con esto me refiero a que la cosa fue de un pelo. Lo más bonito del partido fue el gol de Jennifer Hermoso, un magnífico pase a la escuadra con la meta americana descolocada.
No fue un partido bello, pero sí serio e intenso. La Selección deja en su salida el aroma de un grupo compacto y formal, que mueve bien el balón, pero al que falta colmillo. Es una lástima que Jorge Vilda, de tan excelente trabajo por otros conceptos, le haya puesto la cruz a Vero Boquete, la atacante de más filo que tenemos. Pero aun así, este Mundial ha confirmado que el fútbol femenino español ya está cuajado y quizá con un cruce distinto su techo podría haber estado un peldaño más arriba. En todo caso, pone digno broche a un curso en el que nuestras futbolistas han ganado muchísimo en relevancia social.
Esta temporada, tan feliz que hasta se apunta el Real Madrid por fin, me hace pensar en tantísima gente que ha penado por esto desde los años setenta. En las primeras que jugaron en una Selección que nadó río arriba, con Conchiamancio a la cabeza, sin respaldo oficial, en partidos que no han quedado registrados en la Federación. En tantas heroínas de primera hora y en quienes les ayudaron a salir adelante. Seguro que al ver hasta dónde ha llegado por fin esto se sentirán compensados de muchos sinsabores, pero corresponde a la sensibilidad de Rubiales, que la tiene, hacer algún tipo de reconocimiento a aquel ignorado mundo pionero.