La ansiedad de Lorenzo
En el casco de Jorge Lorenzo puede leerse la siguiente frase: “I’m not a great rider. I’m a champion”. La intrahistoria es conocida. El consejero delegado de Ducati, Claudio Domenicali, anunció la salida del balear en 2018 con unas palabras que molestaron a Lorenzo: “Jorge es un gran piloto que no ha sabido extraer lo mejor de la moto”. En ese momento sumaba 23 grandes premios sobre esa montura, con unos resultados discretos: tres podios y séptimo en el Mundial en 2017, y provisionalmente 14º y sin podios en 2018. Aquel discurso sacó el orgullo herido de Lorenzo. Primero, ante los periodistas: “No soy un gran piloto. Soy un campeón”. Y luego en los circuitos: ganó las dos siguientes carreras en Mugello y Montmeló, y más tarde se llevó una tercera en Austria. El pentacampeón mundial estampaba su sello.
El arranque con su nuevo equipo Honda ha sido aún peor que con Ducati, lo que ha llevado a la marca japonesa a plantearse la ruptura del contrato, como anunció Mela Chércoles hace un mes. La noticia ha espoleado también a Lorenzo, que ha buscado soluciones conjuntas con un viaje a Japón y con ciertos ajustes en la Honda RC123V que le hacen sentirse más a gusto. Las buenas actuaciones todavía no han llegado. Al contrario, el pasado domingo la lio parda en Cataluña, cuando arrastró con su caída a Dovizioso, Rossi y Viñales. Sin que esto sirva de justificación, su 'strike' deja alguna conclusión constructiva, porque seguramente se produjo por la ansiedad de Lorenzo por querer mejorar y demostrar. Se vio por fin delante y falló con estrépito… Pero había un propósito de enmienda. Otra vez el orgullo herido. No es tarde.