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Ferrer brilló entre alienígenas

David Ferrer no es uno de los ocho tenistas españoles que han ganado un Grand Slam, once si sumamos la categoría femenina, pero su grandeza no se justifica sólo con su palmarés, que también lo tiene nutrido: 27 títulos ATP, con el Masters 1.000 de París-Bercy como joya de la corona. Si Ferrer se ha retirado con la aureola de héroe, es por su ejemplar resistencia a los extraterrestres. El Ferru ha sido el mejor de los humanos en una era dominada por tres campeones galácticos: Roger Federer, Rafa Nadal y Novak Djokovic, que lideran, por ese orden, el escalafón de los más laureados en los Grandes. Si a este trío de alienígenas añadimos a Andy Murray, el que más se acercó a ese universo, y varios destellos de Stan Wawrinka, nos encontramos ante la época, en conjunto, más deslumbrante de siempre.

En esa constelación de estrellas, Ferrer fue capaz de brillar con su propia luz y de alcanzar la tercera plaza mundial. Sólo ha habido seis españoles con mejores puestos en la historia. El de Jávea ha sido un fantástico jugador de tierra, a un peldaño del intocable Nadal, ante quien perdió la final de Roland Garros en 2013. También se manejó con maestría en dura: jugó dos semifinales en Australia, otras tantas en el US Open y una final del Masters. Además participó en la conquista de tres Ensaladeras de la Copa Davis, en la época más gloriosa del tenis español. Este miércoles utilizó una camiseta rojigualda para disputar su último partido profesional, a los 37 años. Eligió Madrid para poder despedirse acompañado de sus seres queridos y con el aplauso de un público que le adora. El guerrero dice adiós. Gracias por todo, Ferru.