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Abrir pista en Arabia Saudí

Sudamérica era un escenario ideal para el Dakar. Conviene no pecar de memoria a corto plazo con la edición de 2019, que tuvo un recorrido sin azúcar por culpa de las negativas de Chile y Bolivia, a última hora, para recibir la carrera. Porque un año antes toda la caravana aseguraba haberse enfrentado al “Dakar más duro de Sudamérica”, con Perú, Bolivia y Argentina, y queda la sensación de que la región todavía guardaba al menos otra década de raids, alternando países y sumando otros nuevos si la situación económica lo hubiera permitido. Había dunas, pistas, piedras, altura, calor y afición. Pero ASO también veía inestabilidad política y la oferta económica de Arabia Saudí era irrechazable.

Un nuevo desierto más cercano a África servirá para dar un nuevo impulso al rally, con territorios inexplorados por los dakarianos que, al fin y al cabo, como dice Nani Roma, “están en esto porque les gusta viajar y descubrir”. Por un lado está el reto deportivo de David Castera, nuevo director, que tiene que construir un recorrido (recuperando las dos semanas de rally) por caminos que nunca se han cruzado antes. Igual de importante es el desafío del nuevo anfitrión para abrirse al mundo, aprovechando como plataforma uno de los grandes eventos internacionales: habrá varias docenas de mujeres compitiendo por terrenos donde hace no muchos meses no habrían podido conducir un coche de calle. O un piloto qatarí, como Al Attiyah, defendiendo su título cuando habría tenido difícil recibir un visado de turista. Habrá que abrir muchas pistas en Arabia Saudí, en todos los sentidos.