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Bale olfatea la debilidad de Solari

El Madrid salió vivo por poco del duelo con el Levante, resuelto por Bale después del penalti más polémico de la temporada. Bale marcó y luego rechazó la felicitación de Lucas Vázquez, jugador ejemplar donde los haya. En su despliegue por el campo y en su incesante colaboración con los compañeros. En estos dos aspectos se sitúa en las antípodas del delantero galés, que ha decidido establecerse en una burbuja donde todo le resulta ajeno, cuando no molesto. Tanto tiempo consentido, su comportamiento tras el gol no extraña a nadie, pero es igual de intolerable.

El Levante dio un repaso al Madrid, frágil en todos los aspectos del juego. Ofreció todos los síntomas para dividir al equipo en solaristas y antisolaristas. Quizá sólo fuera una impresión, pero los mejores fueron de nuevo los adscritos al técnico: Vinicius, Reguilón y Lucas Vázquez. En el otro lado se vieron gestos y acciones decepcionantes, poco prometedoras para Solari, damnificado por la derrota contra el Girona.

No le han mejorado su situación los reproches que se han escuchado en el entorno mediático del presidente, con el que mantuvo una reunión el pasado martes. Se comunicó urbi et orbi. Mal asunto. Cualquiera que fuera la responsabilidad del técnico, la derrota del Madrid frente al Girona señaló a los habituales suplentes, no a los titulares de costumbre, algunos de los cuales requerían el descanso después de una tralla de partidos.

A la vista de los acontecimientos y del clima que se respira, Solari regresó a su alineación básica. Hizo bien. No tenía más remedio. El momento, sin embargo, era diferente al que marcó la progresión del equipo desde la mediocridad a las expectativas normales en el Real Madrid. O sea, el combate por los títulos. La posición del técnico era más débil, fragilidad detectada inmediatamente por la opinión pública y los jugadores, que disponen de un olfato infalible.

Nada de lo que se vio en el campo del Levante (la sonrisa sardónica de Kroos cuando fue sustituido por Valverde, la sentada de Bale en el banco sin acabar los ejercicios de calentamiento y su grosero desplante a Lucas Vázquez) se habría observado si el Madrid hubiera derrotado al Girona. Se presenció un acto de poder por parte de jugadores con la etiqueta de figuras con un entrenador joven, sin trayectoria todavía, pero autor de decisiones importantes en el equipo, incómodas para varios jugadores que se sentían inmunes al banquillo.

Bale utilizó su desconsideración con Lucas Vázquez para enviar un mensaje tan visible a Solari que merece algo más que un reproche por parte del equipo, la hinchada y el presidente, su gran protector durante las cinco temporadas y media del galés en el Real Madrid. Se sintió suficientemente fuerte, o interpretó la situación de Solari como suficientemente débil, como para emitir una señal de fractura en el equipo, el peor mensaje posible para un equipo que ya había ofrecido muestras de desunión en el juego.

De frente a tres partidos cruciales (dos contra el Barça y la vuelta con el Ajax), el Madrid regresó al conflictivo escenario anterior a la llegada de Solari. Una derrota ha sido suficiente para destripar el buen recorrido de las jornadas anteriores. Lejos de consolidar la posición del técnico, el club le ha expuesto a la erosión. Una parte del equipo, los que se consideran damnificados, no han tardado en responder, con Bale a la cabeza.