Otro lío gordo con Rusia
Acabamos de entrar en año preolímpico, con los rescoldos de un viejo conflicto otra vez en llamas: el dopaje en Rusia. Para los Juegos de Río 2016, el caso se resolvió precipitadamente, porque el rotundo Informe McLaren que confirmaba el dopaje de Estado se le echó encima al COI con escaso tiempo de reacción, por lo que dejó la decisión sobre la presencia rusa en manos de cada una de las 27 federaciones internacionales. Para los Juegos de Pyeongchang 2018 dispuso de un mayor margen para la investigación y Rusia sí fue excluida de la cita invernal, aunque se permitió la participación de los deportistas inocentes sin la bandera y el himno patrios. El COI dio por cumplida la pena con aquello, como se ha encargado de recordar su presidente, Thomas Bach, que no quiere pasar por el mismo embrollo para Tokio.
Pero hay voces notables que piden un castigo ejemplar, que incluya la descalificación de Rusia para esos Juegos. Son 16 países con Estados Unidos al frente. Desde allí Travis Tygart, el hombre de la USADA que cazó a Lance Armstrong, ha calificado la situación de “broma” y “vergüenza”. Incluso el Gobierno de Trump ha promovido una ley para perseguir el dopaje por el mundo. Todo viene porque consideran que la AMA no actúa con mano de hierro. En septiembre levantó la sanción a la RUSADA, entre otras condiciones con el permiso a acceder a los ordenadores del Laboratorio de Moscú. Pues bien: la AMA se ha quedado sin los datos con la peregrina excusa de unos certificados informáticos. Rusia no colabora con nitidez. Y el caso superó hace tiempo la esfera deportiva. Se avecina otro lío gordo con Tokio 2020 al fondo.