Lo de Tebas y Rubiales era broma...

Fue una broma, espero que ustedes la acepten con buen humor. Contra lo que dijimos ayer (nuestra inocentada), Tebas y Rubiales no se vieron en ningún monasterio cisterciense, ni hicieron bromas entre sí sobre “los pocos que somos y la mala leche que tenemos”. Cada uno de ellos ha pasado estos días con los suyos, como todos. Como debe ser. Aprovecho esta columna para pedirles a ambos perdón por bromear con su intimidad en estas fechas. Confío en que ambos admitan la buena fe de esta inocente broma, que no tiene otra intención que la de acercar a los dos grandes hombres de nuestro fútbol, a fin de que se lleven bien.

Y aquí no pretendo hablar de dimes y diretes, de por qué sí y de por qué no. Ahí tenemos dos tipos que funcionan, tanto monta, monta tanto. No hay gente con ese pulso por ahí. Cada cual tiene como tarea un espacio del fútbol diferente. Obviamente hay espacios en los que rozan la tarea de uno y de otro, eso es inevitable. Lo inteligente es hallar el punto de encuentro en esos roces, ceder aquí, compensar allá, admitir que hay un bien común que es el fútbol, ese fútbol que va desde los más grandes, tipo Madrid y Barça, hasta los que se baten en la modestia de los campeonatos menores, con la misma dignidad de los grandes.

Todo es fútbol, en fin, y el fútbol español tiene algo íntimo, algo así como un tesoro antropológico, a defender. Cuanto más huya Tebas del fútbol ‘menor’ de España, más caerá en manos de esa ‘Superliga’ de pretensiones fastuosas que proyectan los florentinos del mundo para escapar de una sociedad que les molesta. Cuanto más enrede Rubiales hacia abajo, más difícil le pondrá a Tebas mantener a LaLiga en el punto de equilibrio que desea. Ojalá tomen mi broma como algo más que un gesto navideño de buena voluntad. Ojalá les anime a una cooperación que el fútbol español necesita mucho. Y si no, que la Historia se lo demande.